Para algunos, la persona adquiere una suerte de esplendor o aura interesante con tan solo pronunciar la palabra “capuchino”, por muy modesto que sea.
¿Pero cuál es la historia de esta palabra tan familiar y, al mismo tiempo, exótica?
Capuchino viene de la palabra italiana “cappuccio”, que significa capucha, y se asocia al hábito utilizado por los monjes capuchinos.
Los monjes capuchinos comenzaron como un movimiento reformista dentro de los franciscanos, haciendo llamados al regreso a la vida modesta y el trabajo duro, que inspiró a los fundadores.
Vestidos toscamente y luciendo largas barbas, adquirieron ese nombre de los niños que les gritaban “¡scappuccini!” al verlos en las calles.
Literalmente, esta palabra italiana significa “sin capuchas”, aunque con el tiempo pasó a significar simplemente “ermitaños”.
El término se asocia al color de los hábitos utilizados por los monjes capuchinos, como el Padre Pio.
Estos reformistas de grandes capuchas fueron oficialmente identificados como capuchinos en 1535.
Hoy en día hay unos 11 mil miembros de este movimiento alrededor del mundo, y el color marrón de sus túnicas es probablemente la razón por la que le han dado nombre a una raza de monos y a las tazas de café marrón, suavizado con leche, crema o incluso huevo.
En Italia, la palabra capuchino se utilizaba para referirse al café en la década de 1930.
Un escritor francés lo registró en Venecia en 1937. Pero en realidad fue en alemán “kapuziner” el idioma en el que la palabra se utilizó por primera vez para referirse al café.
Para los amantes del café en Viena, durante los siglos XIX y XX, el término capuchino se quedó para describir café con un poco de leche.
En ese sentido, expertos italianos aceptan que los alemanes tomaron el término y lo aplicaron al café, pero insisten en que el capuchino que tomamos es una bebida italiana, y están en lo cierto.
El capuchino moderno es el resultado de la evolución experimentada a lo largo del siglo XX por las máquinas de café expreso, que calientan la leche y producen espuma, por las que los amantes del café deben estar eternamente agradecidos a los italianos.