PRIMER ACTO: Dicen que nunca es tarde para aprender de los errores. Pero cuando se tienen 59 años de edad, y muchos de ellos en una carrera política en la que se ha sido de todo un poco, en cargos relativamente importantes, ya es hasta ocioso recalcar aquel sabio dicho popular de que “chango viejo no aprende maromas nuevas”.
Por ello me extraña que el guerrerense Manuel Añorve Baños, actual secretario de operación política nacional del PRI, diga en su columna publicada hoy en un diario capitalino, que la jornada electoral del pasado domingo, “le ha dejado un importante cúmulo de lecciones y experiencias”, además de que “se requiere un reencuentro con la ciudadanía”.
Me extraña porque alejarse de la ciudadanía es lo que hace el PRI en Guerrero cada vez que gana una elección. Sí, así como lo hizo Añorve cuando ganó la alcaldía de Acapulco en 2008, y tal como lo ha venido haciendo al que impuso como candidato del PRI a la gubernatura y hoy es mandatario estatal en funciones: Héctor Astudillo Flores.
Beltrones confío mucho de su capital político para el futuro en la elección que se llevó a cabo el pasado domingo. Era una forma de verse refrendado en su aspiración para competir por la presidencia de la República. Es más, se soñó a sí mismo en la silla presidencial sucediendo a Enrique Peña Nieto, quien obviamente operó en su contra en algunos territorios.
Agrandado, el sonorense le dio un gran poder de acción al guerrerense, quien se convirtió desde hace una década en su brazo derecho para casi todas las operaciones electorales. Lo que Manlio Fabio nunca previó es que el resto del país no es como Guerrero, donde se hace política robando el dinero gubernamental para luego repartir una parte en forma de dadivas entre los miserables.
Por ello, el domingo el PRI perdió el control del 54 por ciento del país y les dieron “hasta con la cubeta” en algunos de los que fueron sus bastiones históricos, como Quintana Roo, Veracruz, Durango o Tamaulipas. Sus opositores nomás les arrebataron 7 gubernaturas, cuando todavía el día de la elección, al cierre de la jornada, Beltrones presumía que les había ido “muy bien”.
Añorve había enviado a los diversos territorios en disputa, desde meses atrás, a parte del equipo político que en Guerrero lo ha venido acompañando durante los últimos años. Obvio, desconocedores del panorama nacional, de las problemáticas regionales, sólo fueron a hacer turismo electoral, sin ni siquiera prever lo que les esperaba.
No se dieron cuenta que los votantes en la mayor parte del país están hartos de sus gobiernos corruptos e ineficaces. De que sexenio con sexenio postulen a los caciques locales que se quieren postergar en el poder a través de otros de su misma ralea, lo que los convierte en pequeños dictadorzuelos que enloquecen con los recursos ilimitados que la Federación les provee.
Ya el lunes, con la jaqueca de la derrota, la secretaria general del PRI, Carolina Monroy del Mazo, prima de Peña Nieto, dijo que “Ni en los peores escenarios” visualizaron el panorama de que perderían siete gubernaturas. Esta la realidad que los priistas van a tener que modificar, con un golpe de timón, ya sea cambiando al capitán del barco, o simplemente regresando a marineros a puerto.
SEGUNDO ACTO: En el caso del “Doctor” Añorve, con todo el conocimiento que tuvo que haber aprendido y asimilado de la derrota electoral, necesita venir a Guerrero a asesorar a Héctor Astudillo, y le debe prevenir de que mejor “ponga sus barbas a remojar”, porque el poder desgasta y los golpes de castigo después de malos gobiernos son los que duelen más.
No sea que en el futuro vaya llegando a la gubernatura de la entidad un “Bronco” que le vaya a venir embargando todas sus propiedades, o un Yunes que vaya querer encarcelarlo. El actual mandatario tiene que prever todos esos posibles escenarios, y obvio, el que se considera más viable de todos: que el PRI podría perder la Presidencia de la República en 2018.
Por lo que ya no contará con el apoyo de la Federación que ahora tan presume y hasta agradece en pancartas cuando viene el presidente Peña Nieto a Acapulco.
TERCER ACTO: Ya que ande por acá, el “Doctor” Añorve debería también aconsejar a su recomendado, el fiscal Xavier Olea. Decirle que, en una sociedad tan visual, la imagen es lo que cuenta, y que para ser tratado como rey, pues hay que actuar como tal. Que por favor ya no se ponga esas playeras polo muy al estilo de la presentación de los capos del narcotráfico.
Jamás en mi vida de lector de noticias, analista o periodista había visto a un funcionario público tan mal vestido, no con la seriedad que requiere el cargo que ostenta. El domingo, durante una conferencia de prensa, el fiscal se parecía más a “El JJ” o a “La Barbie”, que al hombre que dice ser el que procura la justicia en el estado.
Como si viniera de jugar golf, el “letrado e ilustre” abogado se lanzó contra un empresario ejecutado un día antes, al que señaló como “operador financiero” de un capo local. En una investigación “rapidísima, exhaustiva, oportuna”, el fiscal ya tenía resuelto el caso, y sin prueba alguna formó una opinión mediática con las que violó todas las garantías de defensa de la víctima.
Al funcionario público no le importó que en el estado en el que él dice trabajar haya habido casi 50 ejecuciones al estilo del crimen organizado en menos de una semana. Lo que único que le importó fue colocar el nexo entre la víctima con su delincuente favorito, “El Capuchino”, mismo al que señaló como responsable de la mítica balacera de la Costera Miguel Alemán.
Ya del vocero de seguridad del gobernador mejor ni hablamos, que, como una bonita edecán, se quedó viendo nomás cómo el fiscal enlodaba un poquito más a una administración que ya tiene el lodo de la inseguridad hasta el cogote.
Pero, yo les pido guerrerenses, no pierdan la fe. Ya casi salimos del atolladero, nomás faltan 11 meses para “el orden y la paz” que prometió Astudillo. ¿Les gusto el chiste? A mí no me hizo gracia.