Guerrero. Opinión Cultural.- En “La regla de oro”, capítulo 19, del libro “50 cosas que hay que saber sobre filosofía”, Ben Dupré llama la atención sobre la diferencia que hay entre oportunistas e hipócritas. De los primeros dice que son primos hermanos de quienes se burlan de la regla de oro, todos aquellos a los que les gusta hacer cosas que no les gustan que les hagan.
De los hipócritas -parientes de los oportunistas-, dice que tampoco respetan la regla de oro de “no hagas a los otros lo que no te gustaría que te hicieran a ti”; con la diferencia de que éstos se toman la libertad de no comportarse como deberían al no practicar lo que predican.
Un ejemplo es el párroco adúltero que exalta la santidad del matrimonio o un político que acepta el soborno mientras abomina de la indecencia.
Otro ejemplo de hipocresía, más cercano al estado de Guerrero, sería aquella en la que el secretario de Gobierno, Florencio Salazar Adame exalta el valor de la lectura pero no hace nada para generar una política de fomento a la lectura que cumpla con los requisitos de continuidad de acciones, disponibilidad de recursos, coordinación institucional transversal, base legislativa, participación ciudadana, rendición de cuentas, autonomía para impulsar acciones, evaluación, transparencia y máxima publicidad.
En su reciente artículo ¿por qué leer?, escrito con un estilo egocéntrico de sus muy variopintas lecturas, se da posibles respuestas de por qué lee: “por el sentido del gusto, sensación agradable y placentera, actitud favorable y capacidad para apreciar lo bello”.

Lo que llamó la atención de este artículo, no es la egolatría del secretario de Gobierno, ni su gusto por la lectura, (al contrario, esto se celebra) sino el remate con el que cierra el artículo el responsable de la política interna del estado, “hay que fortalecer el gusto, el placer de la lectura”.
La pregunta obligada a Florencio Salazar es ¿qué hizo durante cincos años para fortalecer el gusto por la lectura de los guerrerenses?, porque si algo ha caracterizado este sexenio que está por concluir, es haber eliminado programas importantes de fomento a la lectura, nulo presupuesto para publicaciones y desactivación de salas de lectura, por mencionar solo algunos casos.
Entonces, resulta una posición bastante hipócrita escribir un artículo donde el funcionario explica por qué lee y los libros que lo llevaron a leer y no haya actuado en consecuencia, apoyando a la secretaría de Cultura para fortalecer el hábito a la lectura y muy al contrario, haya sido un obstáculo para la misma.
Florencio Salazar, el primer funcionario del gabinete del gobierno del estado, amante de la lectura, tuvo en sus manos fortalecer el hábito de la lectura, pero prefirió no hacerlo, optó por realizar actividades aisladas desde la secretaría de Gobierno, atribuyéndose funciones que competen a la secretaría de Cultura.
En lugar de fortalecer a la instancia responsable para ello, de gestionar más recursos para fomento a la lectura, en lugar de pedirle al gobernador que dignificara la Secretaría de Cultura, o de ayudar al secretario de Cultura para diseñar un programa de fomento de lectura creativo, masivo, el lector Florencio Salazar, sin que se entienda los motivos personales o políticos, se dedicó a socavar a la institución promotora de lectura, tan es así que, apenas en noviembre pasado, se instaló el Consejo Estatal de Fomento a la Lectura, donde la figura principal de la foto es justamente el secretario de Gobierno y no el de Cultura.
Por eso decimos que Salazar Adame, que exalta la lectura de manera personal y la socava como política pública, se cataloga en el grupo de los hipócritas, según los ejemplos de Ben Dupré.