México. “La poesía, la literatura toda, sirve para vivir muchas vidas. Uno tiene una vida nada más, pero si tú la vas llenando con estas emociones que te da la literatura, pues como decía Antonio Porchia, vas llenando tu mundo de fantasmas y no te quedas solo. Yo estoy muy agradecido”.
José Javier Villarreal Álvarez-Tostado, nació en Tecate, Baja California (¿o en Tijuana?), el 17 de julio de 1959. Es poeta, ensayista y traductor. Radica en Monterrey, Nuevo León. Es licenciado en Letras Españolas por la Universidad Autónoma de Nuevo León, Master of Fine Arts por la Universidad de Texas en El Paso y Doctor por El Colegio de Michoacán. Imparte cátedra en la UANL.
-¿Qué cosa es la poesía mexicana?
-Yo creo que la poesía mexicana son muchas poesías, o sea que sería muy artificioso o artificial pensar que hay una sola. Hay un poeta que yo admiro con frenesí que es Villaurrutia y creo que era de una inteligencia bárbara, lanzó al aire aquello de las características de la poesía mexicana y las asumimos como tales, es decir, que es en medio tono, conversacional, media tarde gris, aristocrática, etc. Claro, todo esto vendría muy bien si yo me refiero a la obra de López Velarde, pero si me refiero a la obra de Pellicer, pues ya no entra, ya no funciona muy bien; o a la de Gerardo Déniz o a la del propio Reyes, que eran como extranjeros en una pretendida globalización de la poesía mexicana. Entonces, concluyendo un poco, creo desde siempre que la poesía mexicana han sido voces, es un concierto que influye en muchas cosas, incluyendo qué lees, dónde estás, qué comes, a quién quieres, o sea, todo eso va rolando voces. Entonces, yo no podría comparar a Gutiérrez Nájera con Diaz Mirón, que es otro que me encanta, porque son tonos totalmente diferentes, preocupaciones diferentes, pero eso hace la poesía mexicana.
-¿Quiénes son para ti los protagonistas contemporáneos de la poesía mexicana o los poetas vivos más importantes?
-Dar nombres es peligroso, porque también esa es una tendencia que tenemos en México. Somos raritos, somos así como una familia muy bonachona, aparentemente, donde todos nos queremos, nos saludamos y nos damos besos, lo cual está muy bien, la cortesía es buena, sin embargo, creo que lo rarito empieza cuando nos vamos enamorando de nombres y no tanto de las obras, entonces empezamos a santificar nombres. Pero bueno, no evadiendo tu pregunta, yo creo que hay voces que no podemos negar y no tenemos por qué negarlas; pienso en Lizalde, por ejemplo, creo que es un poeta muy propositivo.
Me da la impresión de que, pese a que hay varios clubes de fans de Lizalde, no se le ha reconocido esa importancia de ser una de las voces más desasosegantes de la poesía mexicana; pero bueno, está ahí, sin duda. Y qué te diré… Antonio Deltoro, Francisco Hernández, Elsa Cross, sin duda; Marco Antonio Campos, Ricardo Yáñez. Creo que las poesías mexicanas son muy ricas y sí podríamos contar con varios nombres muy importantes que nos han hecho la vida como lectores.
El limbo de la poesía “joven”
-¿A quiénes podrías mencionar de los poetas jóvenes?
-De poetas jóvenes… está la juventud institucional, los de menos de 35 años, esos son los jóvenes. Cumples 36 y ya, amaneces siendo viejo o adulto en madurez…(risas)…
-Entras como en un limbo, ¿no?
-Exactamente, eso que acabas de decir es algo muy crítico. Aquí en México pasa mucho eso que acabas de mencionar: a la joven promesa se le trata, se le trae, se le lleva, se le da una beca, que está muy bien, pero una vez que cumple 36 años es expulsado del paraíso, y a ver cómo le haces y de qué vives y dónde publicas. Es terrible.
-Hernán Bravo y José Ángel Leyva, hablaron sobre la infantocracia y la gerontocracia.
-Y yo me atrevería medio a dibujar, porque no lo tengo muy claro, que hay un tercer ángulo. Yo me acuerdo que cuando éramos jóvenes de veintitantos, teníamos una devoción por los poetas mayores, los rodeábamos, queríamos que nos platicaran anécdotas, éramos fans de Ali Chumacero. De Antonio Cisneros también.
Ahora hay una especie entre timidez y soberbia, donde pareciera que la literatura comienza con el que asume la escritura y desdeña una tradición inmediata y se refugia en una tradición que podría antojarse extranjera. Son apuntes, no lo tengo claro, pero sería una tercera categoría.
“Tenemos a ese joven apapachado, luego el joven desdeñado y al viejo con veladoras, que eso es bueno porque es viejo, y tenemos a esos jóvenes emergentes que pareciera, pareciera, es muy discutible, que no hubiera una memoria inmediata o que no… matar al padre, algo así, pero quién sabe, a lo mejor son puras pesadillas mías (risas)…
-¿Qué piensas de la poesía experimental? ¿Qué tan experimental puede ser? ¿Qué tanto puede transgredir o cambiar la poesía tradicional?
-Mira, esa es una pregunta muy buena para mí en este momento, porque, por azares del destino, tengo días releyendo a Manuel Maples Arce, son cuatro libros los que escribió y estoy muy contento con él. Desgraciadamente, en esa soberbia, ahora yo me la pongo, había desdeñado el estridentismo, sobre todo por la obra de estos poetas que están bajo ese rubro. Y leyendo a Maples Arce, leyendo Urbe, sus poemas interdictos, me reconcilió con ese momento de cambio que se estaba dando en México.
“Por ejemplo, los poetas polacos o lo que yo he aprendido o comprendido de ellos, es que se dan muy poca oportunidad para la experimentación, como que no hay tiempo para experimentar, hay que decir las cosas. Entonces, yo lo que pido como lector, y sí soy muy exigente, ¿por qué soy exigente como lector?, porque a nadie le interesa, ¿verdad? Me siento en mi sillón, en mi casa y ahí puedo decir qué me gusta y qué no me gusta, sin ofender a nadie.
“Prefiero la poesía que se logra, que se hace con artesanía, con cuidado, con mesura, con las manos, con inteligencia. Entiendo que de pronto hay que romper vasos, irrumpir, quebrar, incendiar, está muy bien. Entonces sí es positivo que se abran ventanas, pero no quedarse nada más en el aire que corre por la habitación, sino construir la habitación, construir el edificio.
Guiños de época
-¿Crees que esas cosas que hacen algunos jóvenes de meter emoticones, stickers, música, es experimental y puede transcender?
-Creo que debemos distinguir entre el espectáculo en sus múltiples variantes y formatos y finalmente, tu pronunciación del poema. A mí una vez me pasó que fui a un performance, espectáculo, entonces me veía asediado por todas las posibilidades histriónicas, visuales, auditivas, y era bonito, la pasaba bien, estaba muy contento, pero luego que me llevé el libro a mi casa y lo leí, todo eso se me perdió, y lo que me quedó fue pura miseria. ¿Qué era lo bonito?, y no estoy desdeñando, lo bonito era el espectáculo, y es efímero, ahí se acabó. Ahora, los stickers y todo eso, son como guiños de época, y es muy válido, pero pensar que eso le va a dar durabilidad o permanencia al texto, pues creo que no.
Sobre el futuro del verso libre, Villarreal fija su postura diciendo que podemos regresar a la rima, construir rimas, pero no podemos volver a la rima de Garcilaso, a la rima de Lope, porque no habitamos el mundo de ellos.
“Nosotros, para fortuna nuestra y también para desgracia nuestra, estamos expuestos a una serie de ruidos que Garcilaso no padeció, su mundo era otro, su imaginario era otro. No podemos volver a un siglo XVII o XVI, pues nos tendríamos que inventar nuestra rima a partir del mundo que nos ha tocado vivir, y también esa es otra, no todos vivimos el mismo mundo”.
– ¿La rima fue un invento?
– Sí, sí, fue un invento, una necesidad que se fue imponiendo. Pero ahora, yo no puedo encarnar y asumirme como Fray Luis de León, o decir: “soy Fernando de Herrera y voy a escribir mis poemas patrióticos a Sevilla”, pues no, no puedo. Creo que lo que sí puedo hacer es esa respiración de la frase melódica de atender a un ritmo que obviamente siempre va a estar sobre los acentos, sobre los golpes de voz y eso yo no lo puedo cambiar, es decir, es la estructura de mi lengua. Vivo con eso.
La poesía sirve
-¿Le has encontrado alguna utilidad práctica a la poesía? ¿Sirve para algo realmente?
-A nivel muy íntimo ha sido como un árbol, es decir, en momentos difíciles, leer poesía me ha ayudado mucho. ¿A qué me ha ayudado?, a flotar, a no hundirme, pero sería muy injusto decir que nada más la poesía, la literatura toda, es decir, para mí las novelas, los cuentos, los ensayos, las obras de teatro, es un mundo muy poderoso, es un mundo muy vital, y sí sirve, ¿para qué sirve?, bueno, la respuesta no es mía, la respuesta se la doy a Rafael Argullol: “Sirve para vivir muchas vidas”. Uno tiene una vida nada más, que puede ser muy rica o puede ser muy pobre, pero si tú la vas llenando con estas emociones que te da la literatura, pues como decía Antonio Porchia, vas llenando tu mundo de fantasmas y no te quedas solo. Yo estoy muy agradecido.
-¿Qué piensas de lo que dice Margarito Cuéllar que la poesía es de autoconsumo, que nos leemos a nosotros mismos?
-Para que yo pensara que es un autoconsumo, tendría que asumirme a la altura de, por ejemplo, Adam Zagajewski, “es que, yo soy un gran poeta que está leyendo a otro gran poeta” (risas)… que no me vengan con eso, hay que bajarle un poco el tono. Si yo digo que es autoconsumo, que los poetas nos leemos a nosotros mismos, es como si yo dijera que estoy a la altura de lo que leo, y creo que no, ¿eh?, guardadas proporciones… digo, sí soy soberbio y pretencioso (risas)…
-¿Quién no lo es? (risas)…
-¡Y está bien! Yo recuerdo que de muy jovencito se me cerraron las puertas en Monterrey y empecé a mandar mis textos a México y quien me hizo caso fue Emmanuel Carballo que tenía un semanario, y un día fui a México a darle las gracias, porque además hasta me pagaban, era muy bonito. Entonces estaba ante el crítico de la literatura mexicana y muy genial, un tipazo, y un día me dice: “Qué piensas de Homero?”, y le dije, “no, Homero es Homero”, y me dijo: “¿Y tú no vas a superar a Homero?”, “no, por favor”, “¿para qué escribes, entonces?” Claro, era muy bonito lo que estaba diciendo, si no tienes esa pretensión, ¿para qué escribes? La soberbia está bien, pero creo que el principio de realidad también está muy bien.
Traducir el imaginario de un poeta
-Tú eres traductor, ¿qué tanta injerencia puede tener el traductor en un poema?
-W. H. Auden dice que la poesía sí se puede traducir, que puedes traducir el imaginario de un poema, sus referentes, el espacio del poema. Villaurrutia dice que no, que lo que te queda es una fruta sin sabor, pero él era un traductor magnifico de William Blake. Pessoa dice que nada que se pueda traducir mereció ser escrito, que la poesía debe ser intraducible. Ya tienes ahí una constelación muy alta.
“Yo pienso que primero tienes que enamorarte del poema, cursimente, que te surja la necesidad de cómo se oye esto en español. Y podemos llegar a un punto todavía más profundo, y estoy convencido de esto, el traductor de Rulfo, por ejemplo, no es necesario que sepa mucho español, tiene que saber mucho rulfiano, no tanto español; lo mismo con Elena Garro, tiene que saber Elena Garro, no español. ¿Por qué?, porque nadie en Hispanoamérica usa el español como ella, porque si lo usaran como ella, yo no leería a Elena Garro.
“Un ejemplo maravilloso es la traducción que hizo Reyes de los primeros nueve cantos de la Iliada. Reyes no sabía griego, pero amaba la cultura griega. Pero hay una cuestión que se me hace muy honesta de Reyes, ya al final de su vida le preguntaron: “¿Y por qué nunca fue a Grecia?”, y dijo, “por miedo, porque yo ya tenía mi Grecia en la cabeza y tenía miedo que no fuera la que está ahí”.
-Es como el chavo que no le habla a la chava que le gusta para no decepcionarse…
-¡Exacto!, ahí tienes, eso que acabas de decir está muy bonito, es una relación pasional. Yo tengo miedo que mi objeto de deseo me vaya a quebrar mi objeto de deseo (risas)…
-(Risas)… De acuerdo. ¿Crees que hay una buena crítica en México? Unos dicen que no, otros que sí, pero que no hay donde publicarla.
-Eso que me acabas de decir es un discurso que escuché cuando yo tenía veintitantos años, era exactamente el mismo: no hay donde publicar, pero sí hay buena crítica. Y creo que no ha cambiado mucho. Creo que no podemos desconocer la situación cultural en la que nos encontramos, la pandemia ha “tronado” librerías, editoriales, y no veo al público lector emergente exigiendo su libro, sus títulos, y eso no es muy sano. Las universidades fallaron, no hay lectores.
AMLO, ¿cómo termina el baile?
-Por último, esta pregunta que le estamos haciendo a todos los poetas, ¿qué opinión te merece el desempeño de la 4T en cuanto a la administración de la cultura?
-Pienso que estábamos inmersos en un cinismo y en un saqueo, que perdonábamos, ya era así. Te roban, desvían fondos, hacen como que hacen. El presidente pedía disculpas públicas por la Casa Blanca y todo eso, en vez de decir: “hasta aquí llegué, metí la pata, me voy”; no, pedía permiso y se lo dábamos. Pensar que un líder, una persona, vaya a componer la historia de un país en seis años, es una fantasía. Por algún lado hay que comenzar, sí.
“A mí lo que más me preocupa es qué va a seguir después. Eso me tiene un poco desasosegado. También me da miedo, aunque creo que es muy necesario, muy justo, tenía que darse, esta revolución social de género que estamos viviendo, que está muy bien, no hay forma de decir que no, está super bien, hay una violencia que puede ser vieja, sí, ni modo, toda revolución implica cosas así. Creo que a la larga vamos a ganar todos, muy bien, pero también creo que estamos entrando a una nueva moralidad, cuyos alcances no sé a dónde lleguen o cómo lleguen. Nos está tocando bailar y no sabemos cómo termina el baile!.
-Pero, ¿qué te imaginas que pueda pasar o a qué le tienes miedo?
-Le tengo miedo a una reacción virulenta contraria, donde todos podemos perder, más que ganar como país. Yo soy de cuestiones muy como zonzas, muy como simples, pero bueno, así es mi vida (risas)…
-También te quería preguntar, ¿qué estás haciendo ahorita, en qué estás trabajando?
-El proyecto ya está en edición, es un libro que se llama Los secretos engarces, es un libro de prosa y verso, que tiene un tono a veces de ensayo, otro como evocaciones biográficas, hay personajes de la literatura mexicana importantes, como Reyes, López Velarde, Pellicer, Othón, muchos; me voy apropiando de ellos, es como una técnica de cangrejo ermitaño donde te vas apropiando de botes, envases, para hacerlos tu casa. Hice eso en un periodo muy extenso de tiempo.
José Javier Villarreal ganó el Premio Nacional de Literatura Simón Salazar Mora en 1986. El Premio Nacional de Poesía Aguascalientes en 1987 por Mar del norte. El Premio del Certamen Nacional de Poesía Alfonso Reyes en 1989, de Monterrey, por La procesión. Fue ganador del Primer Certamen Literario Ángela Figuera en 1989 y del Premio a las Artes UANL en 1990.