A TIEMPO
México.- Enrique González Pedrero es de mano amistosa y mirada franca, por la mañana platica del clima y pregunta por la salud; por la tarde le interesan los acontecimientos. González Pedrero nació el 7 de abril de 1930 en esta ciudad, en Villahermosa.
“Tabasco es mi tierra -mi agua, como decía Pellicer-, es mi hogar. Mis padres eran tabasqueños, los padres de mis padres eran tabasqueños, de modo que Tabasco es mi casa”, decía sin regateos.
Su madre doña Cándida Rosa Pedrero Fócil, fue maestra normalista, le enseñó a leer y a escribir y las operaciones aritméticas fundamentales.
Le enseñó, sobre todo, el ser ordenado de las tareas cotidianas, lo que ha sido esencial a lo largo de su vida pues lo convirtió en una persona disciplinada, reveló González Pedrero cuando el Instituto Nacional de Administración Pública le otorgó el Doctorado Honoris Causa en junio de 2017
Dejó a Villahermosa por la expedición punitiva que encabezó Rodulfo Brito Foucher contra el régimen garridista.
Su padre don Ramón González Vega que era, un modesto funcionario del gobierno, recaudador de rentas en el municipio de Macuspana, tuvo que abandonar Tabasco con toda la familia, como lo hicieron muchos miembros y partidarios del régimen caído.
Viajando a Frontera y de ahí a Veracruz, durante tres días, para luego, en ferrocarril, trasladarse del Puerto a la Ciudad de México, se alojó la familia con la hermana de su padre, la tía Carmita que trabajaba en la Secretaría de Comunicaciones.
Por la subsistencia, su familia se trasladó a Guerrero, donde el general Don Alberto F. Berber, amigo de su padre, le ofreció el puesto de secretario municipal de Chilpancingo.
El niño Enrique se quedó en la Ciudad de México porque a los seis años fue inscrito en el primer año de la escuela primaria. Concluido el primer año se reintegró con la familia en Chilpancingo donde cursó el segundo año, y los tres siguientes en Acapulco, pues su padre aceptó el mismo cargo que desempeñabaen la capital del Estado.
Por la movilidad familiar, el segundo año de secundaria lo estudió en Villahermosa, hospedándose en casa de un hermano de su madre, Isidoro Pedrero, y se inscribió en el InstitutoJuárez. En Villahermosa cumplió los 15 años.
El tercer año de secundaria lo terminó en Acapulco y para continuar sus estudios regresó a México a casa de su tía

Carmita y de su abuela doña Leonor Vega, inscribiéndose en la Escuela Nacional Preparatoria.
En la preparatoria participó en la política estudiantil en compañía de otro paisano, Luis Priego Ortiz, quien vicepresidió la Sociedad de Alumnos y fue delegado a la Federación Estudiantil Universitaria.
De la Escuela Nacional de Jurisprudencia tiene presentes a sus maestros Manuel Pedroso y Mario de la Cueva.
Cuando cursaba el segundo año, obtuvo una beca para ir a estudiar como auditeur libre, oyente, en el Institut d’etudes politiques de Paris.
“Aprovecha tus estudios, no vayas a descuidarlos, pero vive París”, le recomendó Don Manuel Pedroso, y relata que en París aprendió que la política era parte de la cultura, que el hombre rebelde, según la certera expresiónde Albert Camus, es el hombre que dice: No. Ese personaje es también el ciudadano.
En París se casó en 1954 con Julieta Campos, y de su matrimonio dice: “El que acierta en el casar, ya se puede equivocar”. Asegura que ese dicho popular es cierto, “porque generalmente uno se casa entusiasmado de muchacho, y con el tiempo puede uno darse cuenta que aquello sólo era un entusiasmo pasajero, en nuestro caso no fue así, fue la suerte que nos hizo encontrarnos y fue el gran acierto de mi vida, fue de pura suerte”.
A su regreso a México, Horacio Labastida, a la sazón funcionario de la Universidad Nacional Autónoma de México, lo puso en contacto con Joaquín Diez-Canedo, gerente Editorial del Fondo de Cultura Económica, donde fue nombrado en 1955 secretario del consejo editorial de Trimestre Económico, y luego miembro del equipo que se encargaba de revisar los libros que editaba el Fondo.
Se integró como catedrático a la Universidad desde 1955.
Ahí empezó a hacer traducciones para la editorial y escribir las solapas de algunos de los libros editados, y más tarde “algún prólogo, como el de la Democracia en América, de Alexis de Tocqueville”.
Alternando su trabajo con el estudio vespertino, presentó exámenes a título de suficiencia y en extraordinarios, las asignaturas de tercero, cuarto y quinto años de la Facultad de Derecho.
Una vez que estuvo listo para el examen profesional quiso hacer su tesis sobre el proceso de Kafka, pero Don Manuel Pedroso le dijo que ese era un tema que estaba muy bien para desarrollarlo en la Facultad de Filosofía, y le sugirió, conociendo sus simpatías ideológicas, hacer su tesis sobre una obra poco conocida de Marx, los manuscritos económico-filosóficos de 1844, “Crítica a la religión de Feuerbach”.
En 1957, el jurado de su examen profesional lo presidió el propio don Manuel Pedroso y formaron parte de él don Jesús Reyes Heroles, Horacio Labastida, Néstor de Buen, quien sustituyó al maestro Kuribreña.
González Pedrero dice que don Manuel fue un maestro que no sólo contribuyó a formar abogados, que por su cátedra pasaron quienes luego serían escritoresde la talla de Carlos Fuentes y Sergio Pitol, y quienes luego destacaron en la política y en la vida de negocios como MiguelAlemán Velasco, Mario Moya Palencia y Pedro Ojeda Paullada, Víctor Flores Olea y Porfirio Muñoz Ledo.
Dice que don Jesús Reyes Heroles no fue su profesor, lo invitó por ser un historiador y un intelectual distinguido y maestro también de Teoría del Estado.
En 1957 publica su libro Filosofía política y humanismo; en 1959, La revolución cubana, y en 1961, El gran viraje.
De este libro, El gran viraje, José Emilio Pacheco reseñó que está escrito con la perspectiva de Max Weber y reúne dieciséis ensayos en los que predomina el tema de los países subdesarrollados y la revolución.
La primera parte agrupa varios estudios teóricos acerca de Marx, Tocqueville, la teoría de la enajenación, la metodología de la ciencia política y “el gran viraje”, que constituye el ingreso del mundo subdesarrollado, con sus mil quinientos millones de seres humanos, a la escena de la historia mundial.
La segunda sección está integrada por algunos textos que plantean la actitud crítica de Gonzá1ez Pedrero y enjuician nuestra realidad: “Crisis de la izquierda mexicana” y “Notas sobre la burguesía y la revolución”.
Las páginas finales de El gran viraje constituyen un documento que se refiere a la historia, las peculiaridades, la situación y el porvenir de las transformaciones que han ocurrido en Cuba
En agosto de 1961, González Pedrero interviene en la fundación del Movimiento de Liberación Nacional, para contener el avance del imperialismo, junto con Cuauhtémoc Cárdenas, José Chávez Morado, Eli de Gortari, Heberto Castillo, Adelina Zendejas, Carlos Fuentes y Manuel Marcué Pardiñas.
De los años 1965 a 1970 dirigió la Escuela Nacional de Ciencias Políticas, elevada al rango de Facultad.
Modesto Seara Vázquez, a quien se le encargara organizar la División de Posgrado, recordó que en 1967, 1968, constantemente había manifestaciones de todo tipo, bloqueos, se interferían las clases, no funcionaba la Facultad, pero González Pedrero, con un trabajo muy paciente, hablando con toda la gente, con unos y con otros, consiguió mantener el equilibrio.
De 1970 a 1976, fue senador por Tabasco, secretario general del PRI, al lado de don Jesús Reyes Heroles, de 1972 a 1974, y fundador y primer director del Instituto de Capacitación Política en 1972.
En 1976 fundó el Seminario de Historia Política y Social de México en la ENEP Acatlán, el cual dirigió hasta 1982.
De 1977 a 1982 encabezó la Comisión Nacional de los Libros de Texto Gratuitos y presidió la subcomisión editorial de la Comisión Nacional para la Defensa del Español.
En 1979, publica La riqueza de la pobreza, donde reflexiona que la economía de crecimiento que estructura los modelos conocidos de desarrollo está en crisis, expone intentos de modernización de México y formula algunos presupuestos para lograr un modelo mexicano de desarrollo:
“El modelo de organización económica y social implantado en Michoacán por Vasco de Quiroga debe ser retomado si nos proponemos aprovechar lo que tenemos, la riqueza de la pobreza, para construir un país racional”, escribe como adelanto a lo que dilucidará en La cuerda floja, publicado en 1982.
En “La cuerda floja” asegura en el primer párrafo que “La política es una alianza de realidad e imaginación, de lo que está ahí y de lo que no está en ninguna parte: la Utopía”.
Ese concepto lo ilustra con don Vasco de Quiroga que viene a un mundo donde todo es nuevo y la experiencia puede servir para construir lo diferente.
“Tierras, gentes, climas, lenguas, sensibilidades, son distintas y lo que se sabe, lo viejo puede emplearse en hacer cosas nuevas, en la construcción del Nuevo Mundo.
“Mientras que la política del imperio trasplanta viejas mañas y vicios, él se propone inventar una isla -o varias- donde no desmerezca la novedad de las tierras recién conquistadas”.

El hecho -dice González Pedrero- es que en Utopía hay esclavitud y en las repúblicas de don Vasco hay libertad y, además, democracia.
“La Utopía de don Vasco de Quiroga no se queda en proyecto imaginado, se realiza en México junto con una obra educativa ejemplar, de donde Vasconcelos tomó no pocas ideas -que todavía persisten en El Bajío, particularmente en Michoacán”, escribió en La cuerda floja.
Por eso, González Pedrero concluye que en México la libertad, es un “difícil equilibrio”, entraña “una distribución justa del ingreso y del trabajo, sin menoscabo de democracia y libertad; ni libertad con miseria, ni trabajo para todos con tiranía”.
El reflexivo investigador, había dicho que Octavio Paz sabía que más que poseer una gran cantidad de conocimientos sobre lo divino y lo humano, de lo que se trata es de algo más modesto y, a un tiempo, más profundo y difícil: hay que pensar por sí mismo para poder plantearse los problemas que lo acosan a uno a lo largo de la existencia.
“Porque -escribe González Pedrero- un problema bien planteado, todos lo sabemos, está casi resuelto. Por tanto, aprender a pensar, más que acumular saberes es soltar lastres que entorpecen, que traban la andadura.
Del historiador y político, Jesús Reyes Heroles había destacado la observancia indispensable de la necesaria separación de la Iglesia y del Estado que sustenta al Estado laico, que reafirmó los principios del sufragio efectivo y la no reelección, y que pugnó “porque nuestros gobernantes, en todos los niveles, tuviesen prudencia en el hablar y mesura en el hacer. Le molestaban las revoluciones de palabra, los incendios retóricos, los alebrestamientos de intereses que no se podía o no se deseaba afectar de hecho”.
Enrique González Pedrero fue designado en 1982 candidato por el PRI a gobernador de Tabasco e inicia una campaña electoral con la consiga de que “Hable Tabasco” con asambleas con los sectores productivos y organizaciones sociales,
En la última parte de la campaña, sistematiza la demanda popular y presenta los programas mínimos municipales con lo que adelantó lo que identificaría a su gobierno: la planeación: Qué, Para qué, Con qué, Con quiénes.
“Que Pueblo y Gobierno, juntos, logremos que todo lo que Tabasco tiene sea de todos y para bien de todos”, fue el mensaje de su primer informe de gobierno, en 1983.
Con esa visión de utopía y realidad, de libertad y democracia, de política y cultura, unió a Tabasco con puentes, principalmente los de Frontera, Jonuta y Balancán; organizó a la sociedad-gobierno en 185 Centros integradores e impulsó la acción democratizadora con la consulta interna para elección de candidatos, bajo el nombre de Democracia de Carne y Hueso,
Todas estas acciones alrededor de la creación de La Comisión de Radio y Televisión de Tabasco, del Laboratorio de Teatro Campesino e Indígena que viajó en 1987 a España, el Centro de Investigación de las Bellas Artes (CEIBA), la Casa de Artes José Gorostiza, el Centro Cultural Ágora, la Remodelación del Parque Tomás Garrido Canabal, el Parque Manuel Sánchez Mármol, La Pólvora, el Centro Administrativo del Gobierno, la Plaza de los Niños Héroes, el Museo de Cultura Popular, el Museo de Historia, la Casa Museo Carlos Pellicer, la Galería de arte El Jaguar Despertado, el Museo de Historia Natural, la biblioteca José María Pino Suárez, y desde luego gestionó y estableció el IV Comité Regional del Conalmex-Unesco.
En todas estas actividades culturales participó de manera muy discreta su esposa, la escritora Julieta Campos que había ganado en 1974 el Premio Xavier Villaurrutia por su novela Tiene los cabellos rojizos y se llama Sabina, y en 1978, ya había sido nombrada primera directora de la organización internacional de escritores International PEN, hasta 1982.
La escritora publicó entre otros ensayos: Un heroísmo secreto, Bajo el signo de Ix Bolón; La imagen en el espejo, Oficio de leer, Función de la novela, La herencia obstinada, Tabasco, un jaguar despertado, y ¿Qué hacemos con los pobres?.
Julieta Campos, coautora con Enrique González Pedrero del libro Tabasco: las voces de la naturaleza, falleció en la Ciudad de México el 5 de septiembre de 2007. A los 14 años con un día, González Pedrero la siguió en el luminoso sendero de la eternidad dejando a la humanidad un modo de hacer política a la mexicana.