No es habitual que se convoque una rueda de prensa para anunciar un descubrimiento científico en la sede del Ministerio de Economía, Industria y Competitividad, pero la ocasión lo merecía: la detección de ondas gravitatorias –ondulaciones del espacio-tiempo– originadas por el choque de dos estrellas de neutrones –pequeños soles superdensos de apenas 20 km de diámetro–, a la vez que se registraba la radiación en todo el espectro electromagnético emitida durante el proceso.
Todo comenzó el pasado 17 de agosto a las 12:41:04 horas, cuando los dos gigantescos detectores del observatorio LIGO en E U registraron una señal de ondas gravitacionales denominada GW170817, la quinta de la historia. Las cuatro anteriores procedían de la fusión de dos agujeros negros, objetos que no emiten luz.
Pero este no era el caso. Menos de dos segundos después de llegar esa señal, los telescopios espaciales Fermi e INTEGRAL observaron desde el espacio una explosión de rayos gamma asociada al evento, y un tercer detector de ondas gravitacionales (Virgo, en Italia), ayudó a localizar la fuente con precisión. Se emitieron alertas a observatorios de todo el mundo, y desde aquel día hasta varias semanas después, se registraron los efectos de esa colisión estelar en todo el espectro electromagnético, incluyendo luz óptica, rayos X, ultravioleta, infrarroja y ondas de radio. Es lo que se ha comenzado a llamar ‘astronomía de multimensajeros’.
Desde el principio, en toda esta secuencia de acontecimientos, investigadores españoles han participado en el gran descubrimiento. En concreto, el Grupo de Relatividad y Gravitación de la Universidad de las Islas Baleares (UIB) que forma parte de LIGO; el Grupo Virgo de la Universidad de Valencia; los equipos de los satélites INTEGRAL y Fermi; así como otras colaboraciones y grupos.
Trabajo en equipo para descifrar enigmas
El grupo balear produce las plantillas en forma de onda “que han resultado cruciales para este y los anteriores descubrimientos de ondas gravitacionales”, ha señalado la investigadora principal del equipo, Alicia Sintes. “Luego se comparan estos patrones con los datos de los detectores para obtener información fundamental, como la masa de los cuerpos en colisión, su giro, orientación o a qué distancia se encuentran (130 millones de años-luz, en la galaxia NGC 4993)”.