Estados Unidos.- Hasta ahora se sabía que los microplásticos, fragmentos de plástico menores a cinco milímetros, habían llegado al mar, a los ríos y a los suelos de gran parte del planeta. Lo que no esperaban los investigadores era encontrarlos en un espacio protegido de la Antártida, posiblemente uno de los lugares más vírgenes y remotos del planeta.
Un estudio reciente, realizado por investigadores de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM), el Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC) y la Universidad de Alcalá, ha identificado mediante una técnica llamada micro-FTIR, la presencia de microplásticos de poliéster, acrílico y teflón en la península de Byers (Isla Livingston).
Los resultados, publicados en el Marine Pollution Bulletin, muestran que los contaminantes encontrados tenían dimensiones de entre 0,4 y 3,5 milímetros, así como distintos colores y formas (fibras y films).
La investigación se realizó en uno de los arroyos de agua dulce que circulan en esta región en los meses de verano. Los científicos se aseguraron de que nadie pasara por las proximidades del arroyo en todo su recorrido durante la duración del experimento, y utilizaron redes para filtrar el agua del arroyo.
El trabajo plantea a los investigadores la pregunta de si queda algún rincón del planeta donde los microplásticos todavía no hayan llegado. “Aún queda mucho trabajo por hacer para entender cómo son transportados hasta allí, pero sabemos de dónde vienen… de las actividades que todos nosotros realizamos”, subrayan los autores.
Parte de los microplásticos que acaban en todos los rincones del planeta se forman a partir de la degradación de los plásticos de mayor tamaño que se desechan de forma incorrecta. Si se evita que estos compuestos lleguen al medioambiente, también se previene que alcancen los pocos lugares vírgenes.