México.- Juan Carlos Calzada Espinosa, fundador y director de Jóvenes Orquesta, Orquestando la Lucha, conversa con Bajo Palabra y rememora sus inicios en la música y el día en que de la nada, en una calle de la popular colonia Cuautepec Barrio Bajo, un joven que lo vio con su guitarra, le pidió que le enseñara a tocarla.
Así fue como empezó en el 2008 este movimiento de Jóvenes Orquesta que ahora como Fundación para la Beneficencia Pública, busca el ambicioso proyecto de hacer la primera Escuela Comunitaria de Música, en todo el país.
El profesor Calzada como es conocido en la Alcaldía Gustavo A. Madero, vive desde hace más de 60 años en Cuautepec. Viene de una familia de músicos tradicionales del estado de Oaxaca, la mayoría de sus integrantes aprendieron la música de manera empírica y por transmisión oral.
Recuerda con nostalgia, que en la época en que llegó a esta zona, el barrio estaba dividido en dos: Bario Alto y Barrio Bajo y que en ese entonces la zona era muy tranquila, sin alteración, incluso, el Reclusorio Norte no existía.
Dice que por esos tiempos, la Sierra de Guadalupe, era muy solicitada para subir con la familia: “se hacían muchas caminatas y era el gusto de convivir con la naturaleza, la gente cuidaba mucho el entorno, había todavía animales de granja, gallinas, vacas y el indispensable burrito que subía agua a las personas que vivían en la Sierra de Guadalupe”.
Reclusorio y descomposición social
Con la creación del Reclusorio Norte en 1976, dice que empezó a haber una desmedida urbanización: “todo mundo llegó a vivir como podía, pero aquí la falla fue de los que vendieron, ya que no tuvieron la precaución de hacer una cuadrícula urbana para tener acceso a algunos servicios, nada más se vendía así y así mismo se construía”, sin orden y sin regulación.
Otro de las problemáticas que enfrentó esta apacible zona, donde el ídolo de México, Pedro Infante, filmó Los Tres Huastecos y vio nacer al autor de Reloj, Roberto Cantoral, fue que cuando el “Reclusorio Norte, empieza a funcionar, comienza a recibir reos de altísima peligrosidad, aquí los tuvimos y aquí los tenemos y obviamente empieza una descomposición social, los chavos al no tener de referencia un ícono o un héroe como los hubo en la década de los 50´s y 60´s, con Kalimán, El Santo y Chanoc, ni con opciones de radio y televisión educativa, empiezan a imitar a personajes siniestros, esta descomposición se transforma, hasta llegar a 1985”.
Después del sismo, dice que hubo una segunda ola de migrantes que llegó a los barrios, “empieza a venirse mucha gente de otros lugares, que de alguna manera ya traían consigo algunas situaciones sociales graves, vemos como empiezan a sectorizarse algunas colonias, empieza a ver liderazgos fuertes, pleitos por territorios, todo va creciendo, lo urbano, el número de personas, crecen las necesidades, no hay atención institucional, ni visión de estado para que contribuya a que la población infantil y juvenil, no se vayan a las actividades criminales, en un momento dado”.
Esta crisis de los 80´s asegura que generó una pérdida de valores, “hay un desarraigo de la gente, y quieren ser otros, copiando a algunos personajes siniestros”.
Cuautepec símbolo de violencia
Juan Carlos lamentó que ya para finales de los 80´s, esta zona llega a tener un estigma “Cuautepec símbolo de violencia, Cuautepec símbolo de jóvenes que no hacen absolutamente nada, siempre en los planos negativos”.
Dijo que es allí cuando ellos vieron esta necesidad, “sufrimos la necesidad, somos parte del diagnósticos pero también somos parte de la solución”.
Aseguró que ante esta situación, decidió empezar a hacer algo pero primero lo comentó con su familia para ver si estaban de acuerdo y lo apoyaban y afortunadamente la petición fue escuchada “de alguna manera me apoyaron, no al cien por ciento porque había otras cosas que atender, pero yo sí me dediqué a todo esto del trabajo social, con una visión más hacia lo artístico, para lograr un tejido social más sano para los niños y jóvenes del barrio”.
El profesor Calzada, lamentó que en ese momento el tejido social se haya roto totalmente “es cuando la parte negativa a la que me refiero y que están dentro del reclusorio, empiezan a permear a nuestros jóvenes y les empiezan a ofrecer otros tipo de actividades y empiezan a aparecer otros personajes que se vuelven ícono de la violencia”.
Dijo que esta falta de oportunidades para los jóvenes, los orilló a meterse a las redes criminales, por lo que era necesario intervenir para darles espacios adecuados, ya que “no había cines, bibliotecas, absolutamente nada de eso”.
La cultura, una opción de cambio
Dijo que ya tenían trabajo social pero de manera muy empírica y rudimentaria, pero finalmente eso “nos marcó la pauta de ruta, decíamos no podemos competir con ninguna institución y tampoco podíamos pedir derechos culturales para nuestros hijos, entonces tomamos como una de las banderas más humana el arte y la cultura”.
Después vino la pregunta “cómo le hacemos, porque siempre se ha manejado a la cultura como parte de un elite, si vas al teatro, al museo, la gente creía que solo eso era la cultura, y por otro lado, la animación cultural, donde solamente te llevo lo que yo creo, sin consecuencia alguna y de manera esporádica. Lo que vimos fue que nuestro país tiene un gran legado cultural, y tomamos el ejemplo del tequio de Tlaxiaco, Oaxaca, de donde soy originario, por lo que lo conocíamos y lo practicábamos”.
Reveló que esa organización de hacer comunidad, la retomó a finales de la década de los 90¨s, llagándole al 2000.
Entonces llegó el gran dilema ¿qué hacemos con la música, la vamos a hacer como la hacen las instituciones culturales y académicas?
Detalló que fue una gran disyuntiva, porque al encontrarse en una ciudad cosmopolita, donde se oía el rock, Beethoven o música de Brasil, pero a la par “era muy difícil oír música de nuestro pueblo, era increíblemente extraño oír un son huasteco, era fácil más oír una quena que un violín, era más fácil oír un charango que una jarana, por la lucha que dieron los músicos populares de Latinoamérica”.
Refirió que en ese entonces veían “que en México lo primero que se hace es una negación en automático, esa música es de viejito, entonces dijimos: eso es justamente lo que hay que erradicar, no que nos autoexcluyamos, ni que nos auto violentemos a partir de esta expresión horrible y naco”.
Dijo que primero empezó a trabajar con una familia de la huasteca de Hidalgo, “lo importante es que como joven te vean tocar esa música, sin tener que disfrazarte como en muchos casos los ballets de danza, que tienen que ponerse un vestuario antes de ponerse a investigar los orígenes de la música, del zapateado, ya que la academia se ha encargado de distorsionar el origen esencial, siempre se piensa en cómo agradar al extranjero y no como arraigar a nuestro pueblos a sus orígenes, como Amalia Hernández en Bellas Artes”.
Reveló que al principio les costó mucho trabajo ya que “nos hacían burla, hay esos guitarristas, decían, pero nunca cedimos”.
El tejido social
El profesor Calzada, recordó que en el momento en que pudieron “hacer nuestros esos instrumentos, cuando vimos que tenían potencial increíble, se empezó a hacer tejido social”.
Reveló que el asistir como músico, visitando las comunidades de Tlacotalpan Veracruz, de la Huasteca y la cultura del tequio, fue su inspiración para hacer Jóvenes Orquestas en 2007”, que en el 2008, se convirtió en una asociación civil, hasta el 2018, que pasó a tener la figura para la asistencia y beneficencia pública.
Explicó que Jóvenes Orquestas, “inicia con un solo alumno, sólo él y yo empezamos a platicar el asunto de cómo era el propósito y por qué salíamos, convencimos a este primer muchacho y él convenció a su familia y luego a más muchachos, vimos como esa red se iba tejiendo, se iba comunicando, venían poquito a poquito, al cabo de un año, ya teníamos alrededor de 50 alumnos, había crecido, esos 50 eran alumnos permanentes, había otros satélites que iban cuando podían”.
Indicó que en un principio las clases eran en las calles, “el primer jueves que salí, lo hice afuera de mi casa, en la banqueta, ahí llegó Iván, el primer joven a quien le di clases y de ahí fue creciendo, exponiéndonos incluso. Enfrente de la casa estaba un basurero, donde toda la gente tiraba desperdicios, carros abandonados, entonces dije aquí vamos a ver cómo funciona un tequio y la familia de Iván era de Oaxaca, ellos aceptaron limpiar el espacio”.
El profesor Calzada, indicó que cuando ya tenían limpio el espacio se lo querían apropiar porque “no falta gente ambiciosa pero entonces toda la gente salió a defender el espacio, afortunadamente reaccionó y no lo permitió”.
Después dijo que vieron la necesidad de ir a Jardín Madero, que estaba ocupado por el comercio informal, indigencia y “nosotros vimos que ese espacio debía ser para la familia y el esparcimiento”.
Recordó como si violentar a nadie poco a poco fueron llevando escobas, “fuimos barriendo en el pedacito donde nos instalábamos, poníamos nuestras carpas, banquitos, y afortunadamente los mismos comerciantes nos proporcionaron huacales para sentar a los niños, lo que fue una señal que nos estaban viendo bien, a tal grado que terminaron por enviarnos a sus niños a las clases de música”.
Actividades culturales
Dijo que actualmente el Jardín Madero, hasta antes de la pandemia, lo tenían ocupado con actividades culturales, además de las clases de música de sones de la huasteca, veracruzanos y guerrerenses, detonando la participación de festivales de índole internacional, con la participación de Mono Blanco, Yolotecuani, entre otros.
Dio a conocer que también han logrado la vinculación con la secretaría de Cultura de la Ciudad de México para llevar actividades de teatro, pintura, “se convencieron de lo que estábamos haciendo y nos brindaron el apoyo a la actividad que hacemos anualmente de Campamento de Verano”.
Dijo orgulloso que fueron los pioneros en “una área de cultura que era la Vinculación Comunitaria, en el 2014, la secretaría nos otorgó el Premio al Mérito Cultural, es un premio que dan a nombre de Carlos Monsiváis el Jefe de Gobierno”.
Sin embargo lamentó que no aceptaron rápido el trabajo comunitario “porque tenían la idea de que la cultura era animación y llevar entretenimiento a la gente, yo no creo que eso está peleando, incluso deben convivir esos dos aspectos pero darle más prioridad a las necesidades sociales que están atacándonos”.
Reconoció que es importante darle la beca al alumno pero también “brindarles espacios donde puedan desarrollarse humanamente, porque no solo de pan vive el hombre”.
“No nada más es darle la clase y que aprendan música, nosotros también procuramos a que el espíritu goce y se fortalezca, que vean al otro como semejante, no como compañero nada más, que se vayan integrando a esa parte espiritual”.
Aclaró que desde que inició a dar clases en el 2007 a la fecha, lo hace de manera gratuita y que una manera de apoyarse es que enseña a los niños y jóvenes a construir sus propios instrumentos musicales, que después ponen a la venta para ayudar a costear las clases que dan en cinco sedes en espacios públicos de la Alcaldía Gustavo A. Madero.