Seis días después de haber iniciado el reparto de televisores led HDTV a multitudes ansiosas por ingresar al espacio digital, pero ignorantes de por qué deben abandonar el mundo de lo analógico, concluyó la entrega que hizo el gobierno federal, vía la Sedesol (PRI), en el Centro de Convenciones Acapulco a miles de adultos mayores, con lo que se refuerza en los guerrerenses, dependientes de los programas sociales, el voto para el tricolor en el próximo proceso electoral y seguir así de frente, al parecer, por los siglos de los siglos…
Todavía este viernes, después del mediodía, se podía ver a esa masa humana compuesta por sectores de la clase media jodida para abajo, algunos de ellos en el umbral de la pobreza, salir con su caja que dice Moviendo a México, como si hubieran obtenido una beca permanente que garantizara la salud alimentaria de por vida, pero en lugar de eso, lo que les entregaron fue un televisor de 23 pulgadas que en dos o tres meses de uso dejará de funcionar.
En el imaginario de estas huestes del voto duro, la caja regalada en una pequeña maleta de cartón que protege la pantalla Striam, hecha en México, guarda también para ellos, y para quienes desde las oficinas de la presidencia de la República-Televisa elucubraron el programa, lo más importante: la caja idiota como el potencial de los sueños, manipulación, control, consumismo estúpido que promueve el duopolio televisivo a través de su programación insulsa, el futbol ratonero y las telenovelas con las mismas historias de siempre pero revolcadas.
Ahí radicó el éxito del programa. Y bueno, un plasma vuelve loco a cualquier seguidor del América de clase media, nada más que ahora lo que importa es el tamaño, 40 pulgadas para arriba y ya de perdiz algo más chafita aunque sea una ‘elyi’; pero para los beneficiarios de los programas sociales del gobierno y activistas del PRI beneficiados, eso es banal, la pantalla ya podrá ser empeñada o vendida para sortear urgencias o necesidades, como bien dice Martín Sánchez de la comunidad de El 30 “a caballo dado no se le ve el diente”.
Don Martín, casi los 80 años, acompañado de su esposa, llegaron ayer a las seis de la tarde al Centro Acapulco, con otros 15 contemporáneos. Les cayó la noche en el puerto y durmieron sobre el cemento, junto a otros 300 buscadores de la fabriquita de sueños de 23 pulgadas, en uno de los amplios y calurosos salones del otrora primermundista centro de negocios. Este viernes, después del mediodía, arrastrando los pies, el viejo Martín, con el ceño fruncido y portando una especie de maleta, entre policías, trabajadores de la Sedesol que contenían a la gente, iniciaba el regreso a su comunidad en una urban que les cobró 30 pesos el viaje sencillo.
Este día, la valla humana que mantuvo sitiado, cercado el centro de negocios creado por doña Carmen Romano, había diezmado. Mayores de edad, jóvenes desempleados, gente en sobrepeso que caminaba por sí misma, se transportaba en sillas de ruedas, apoyados en bastones, o auxiliado por algún familiar, durante una semana hicieron el peregrinar que mando el supremo gobierno para conseguir la lámpara maravillosa que iluminara el apagón analógico; para ver más canales de televisión, claro los de televisa, con su programación educativa, con sus noticieros “siempre bien” informados”, sus seductores programas de entretenimiento con gente blanca que no es como uno…, sí, el sueño de convivir con las estrellas cuatro horas diarias, al menos, toda la vida.
Hoy no queda más que basura, platos de unicel, vasos desechables, botes de plástico y un fuerte olor a excremento alrededor del Centro de Convenciones donde a las autoridades se les olvidó que esta masa, que en algunos caso estuvo esperando hasta 24 horas, tiene necesidades fisiológicas y fueron incapaces de instalar letrinas suficientes para miles de pobres en busca de un televisor.
Durante una semana las calles aledañas al lugar fueron bloqueadas por diversos vehículos, transporte privado: camionetas de redilas, vehículos, mini vans, coches de modelos atrasados. También por el comercio ambulante, una romería bien aprovechada, al fin que esa multitud tenía que comer en algún lugar y no iba hacerlo en el Toks o Los Pinitos, algunos sólo traían dinero para regresar a sus comunidades como doña Queta que vino de La Concepción, allá por los Bienes Comunales de Cacahuatepec, mujer pobre, me dice que su casa es de palo y tejas, pero bueno tendrá televisión digital.
Bolillos con relleno, enchiladas, tamales, una gran variedad de tacos, quesadillas de pescado, refrescos y aguas frescas, palomitas, ceviche y frituras en cantidad. Los benefiados con sus maletas de cartón, comiendo, reposando bajo las escasas sombras de los árboles, junto a las cercas del Centro de Convenciones, vigilantes de su premio oficial; con un ojo al gato y el otro al mundo que gira a su alrededor, en donde los amigos de lo ajeno le han arrebatado la caja de los sueños a estos adultos mayores adictos a la programación del canal de las estrellas