México.– Malva Flores dice que la poesía no es una cosa, pero tampoco duda en definirla como un animal: “yo la definiría como un animal: el pulpo. O como una casa con muchas ventanas”.
Poeta, narradora y ensayista, Malva cree que “el fin de la poesía es un tanto paradójico, pues intenta compartir una experiencia intransferible, porque, para mí, la poesía es una explicación del mundo como experiencia de algo no visible: la tensión entre tu necesidad y tu deseo. El poema es la síntesis de esa tensión”, refiere.
Malva Flores nació en la Ciudad de México, el 12 de septiembre de 1961, es ensayista, narradora y poeta. Estudió Lengua y Literaturas Hispánicas y la maestría en Letras Mexicanas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Ha sido profesora y coordinadora del Centro de Educación Continua y Proyectos Académicos de la de la FFyL de su alma mater.
Como editora de una revista, tiene que estar al día en materia de poesía, conocer lo que se está escribiendo, las nuevas voces que surgen, por eso, dice que lee a muchos poetas y debe estar al tanto de lo nuevo, pero también de los poetas de nuestra tradición. Sus lecturas imprescindibles son: T. S. Eliot, Octavio Paz y Gonzalo Rojas.
Fue ganadora del Premio Nacional de Poesía Joven de México Elías Nandino, (1991), del Premio Nacional de Poesía Aguascalientes, (1999), con Casa nómada y el Premio de Ensayo Literario José Revueltas (2006) con El ocaso de los poetas intelectuales.
-¿Cómo has pasado los días de encierro?
A mí me gusta estar en mi casa y generalmente no salgo, salvo a dar mis clases a la Universidad. Sin embargo, he pasado la pandemia con muchísima angustia y ansiedad, por la enfermedad, porque mi hija vive en la Ciudad de México y mis hermanas también están lejos de mí. Sólo he salido cuatro veces de mi casa, en la que vivo con mi marido y mi hijo de 18 años. Él, mi hijo, sí que la ha pasado peor que yo. Es joven y quisiera salir, ir a la universidad, que desafortunadamente está tomando en línea. Mi casa es grande y tengo cuatro gatos cuya amorosa presencia me ha aliviado un poco en estos días de encierro. Vivo pegada a los dispositivos y dando clase en línea.
Demasiados versos y poetas
Sobre si existe o no, elitismo en el ambiente literario mexicano, Malva responde: “La literatura es, por sí misma, una actividad realizada y disfrutada por una minoría, desde siempre. Si te das cuenta de cuántos libros de literatura lee un mexicano por año, verás que esto es así.
Por otro lado, existen muchos grupos, muchas publicaciones y muchos sitios donde se dan a conocer a nuevos escritores. Para ponerte un ejemplo: en Sombras en el campus, un libro que me acaba de publicar Bonilla Artigas Editores, escribo un ensayo que se llama “Los demasiados versos”. Con respecto a la publicación de libros de poesía, en él digo lo siguiente: “en cuatro meses recibí un promedio de nueve invitaciones diarias, lo que sugería que en un año me habrían invitado a más de 3 mil 200 presentaciones”.
Y hablando concretamente sobre el ambiente que impera en el mundillo literario, expresó: “No soy la persona más indicada para informártelo porque, como cualquiera puede atestiguar, prácticamente no voy a presentaciones, ni a ferias y vivo lejos de la Ciudad de México. Así que estando dentro de mi casa, con pandemia o no, no puedo saberlo”.
Nuestra entrevistada cree que el poeta siempre debe cuestionar al poder y, el Estado, independientemente de la crítica que reciba de sus artistas, debe apoyar la creación artística, porque aceptar la crítica es el único camino para enmendar los errores. La actuación de la 4T, en cuanto a cultura, la definió como “desastrosa”, con esa sola palabra.
La producción poética
“El ocaso de los poetas intelectuales es un libro con suerte”, me explica Malva. “Fue mi tesis de maestría y como toda tesis, una piedra en el zapato durante algún tiempo. Pero cuando fue libro, gané un premio con él. No obstante, más allá del premio, creo que, junto con Viaje de Vuelta, es mi libro más leído. Pienso, sin embargo, que me gusta más La culpa es por cantar. Apuntes sobre poesía y poetas de hoy (Literal Publishing), que salió hace unos años y en el que, lejos de las ataduras académicas, pude divertirme y encontrar un “tono” que me entusiasmó.
– ¿Hay trascendencia de los poetas mexicanos en América Latina?
Además de nuestros clásicos, que indudablemente dejaron una huella importante en América Latina, pienso que hoy existe un gran número de poetas mexicanos conocidos en Chile, en Argentina, en Colombia, en Venezuela. Pienso en poetas como Coral Bracho, David Huerta, María Baranda, Tedi López Mills, Rocío Cerón, Luis Felipe Fabre, Hernán Bravo Varela, entre muchos otros que han tejido una red de poetas en toda América Latina.
Respecto a sus proyectos a futuro: “Ahora estoy descansando un poco. Acabo de sacar un libro (Sombras en el campus) y saldrán dos más este año —de historia cultural y de crítica literaria (Estrella de dos puntas y Paz, respectivamente)—, en el que increíblemente todo se juntó. Voy a ponerme a revisar una novela que me gustaría publicar, pero que no tengo idea de si es buena o mala.
Es autora de los siguientes libros: Es autora, entre otros, de los siguientes libros: Sombras en el campus [Notas sobre literatura, crítica y academia] (Bonilla Artigas, 2020); A ingrata línea quebrada (dos cuentos)(Literal Publishing, 2019); Galápagos(Era, 2016); La culpa es por cantar. Apuntes sobre poesía y poetas de hoy (Literal Publishing / Conaculta, 2014); Aparece un instante, Nevermore (Bonobos/UNAM, 2012), Viaje de Vuelta. Estampas de una revista (FCE, 2011), Luz de la materia (Era, 2010), Passage of the Tree (Literal Publishing, 2006), Malparaíso (Eldorado, 2003), Casa nómada (Joaquín Mortiz, 1999), Ladera de las cosas vivas (CNCA, 1997), Pasión de caza (Gob. del Estado de Jalisco, 1993).
El poema
AÚN HAY EN GALÁPAGOS LUGARES… donde se sirven los alimentos fríos. Se trata de buscarlos más allá del desierto. No importa que uno ande a salto de mata acelerado, burlando la costumbre de masticarnos vivos en estos tristes trópicos. No importa que el bufón se haya partido en cien, doscientos treinta y tres censores, cada uno en su islote –su terruño de paja eléctrica– adorando al inmortal del día. La marabunta en grano y un rey en calcetines. *Clap, clap* –el coro de las focas a ras de la pileta se alinea y así brilla mejor hasta el siguiente clap hasta el siguiente rey hasta el hambre siguiente. Las arenas parlantes van devorando todo. Un bla bla bla. Un ruido que se agita en lugar de los nombres.